domingo, 7 de abril de 2019

EURYPTERIDA

EL Eurypterida, del griego eury, “ancho” y pteron, ala), también denominados gigantostráceos (Gigantostraca), son una clase (a veces un orden) de quelicerados extintos desde el final del Paleozoico, acuáticos o anfibios, que destacan por haber alcanzado los mayores tamaños entre los artrópodos. Se conocen con el poco afortunado nombre de escorpiones marinos, ya que la parte posterior del cuerpo recuerda a la de los escorpiones por presentar un metasoma más estrecho, pero carecían de glándula venenosa; los euriptéridos no son escorpiones, ni están emparentados con ellos. Se conocen más de 300 especies.
El cuerpo de un euriptérido aparecía dividido en dos regiones, un prosoma (o cefalotórax) y un opistosoma (o abdomen), éste dividido a su vez en un mesosoma y un metasoma, el último de cuyos segmentos es un telson bien desarrollado.
Sobre el prosoma se encuentran dos ojos compuestos, como en los xifosuros o en los trilobites y un par de ocelos (ojos simples). La boca, que ocupa una posición ventral, es precedida por un par de quelíceros, como en los xifosuros y en los arácnidos, con los que están estrechamente emparentados. Detrás de la boca surgen seis pares de apéndices diversamente especializados. Sus partes basales dilatadas (gnatobases) cooperaban en la manipulación del alimento. Los apéndices del último par aparecen ensanchados como aletas, y esa debía de ser su función, justificando el nombre habitual del grupo (de anchas aletas).
Hasta el presente (noviembre de 2007) el mayor fósil de escorpión marino ha sido hallado en las cercanías de la actual ciudad alemana de Prüm; se trata de un ejemplar de la especie Jaekelopterus rhenaniae, cuya longitud habría rondado, como se deduce de la quela encontrada, los 2,5 m, y cuyo peso en vida habría alcanzado unos 180 kg, siendo probablemente su hábitat un bioma deltaico de pantanos y marismas. La especie Jaekelopterus rhenaniae, conocida desde hace tiempo, habría existido hace unos 400 millones de años, en el Devónico Inferior.
Se ha debatido si nadaban boca arriba, pero la posición de los ojos parece desmentirlo; es probable que lo hicieran los individuos juveniles, como se ve ahora en los xifosuros. La respiración se basaba en cinco pares de branquias laminares de posición ventral en los segmentos del mesosoma. Existen además apéndices dimórficos que distinguen dos sexos, aunque es imposible asegurar la adscripción de cada tipo.
Los primeros euriptéridos eran marinos, pero parece que la prosperidad posterior del grupo se produjo en ambientes continentales de aguas someras, como marismas y estuarios, muy abundantes precisamente en el Carbonífero. Hay indicios de que muchos llevaron una existencia anfibia, desplazándose por tierra firme como ahora lo hacen muchas especies de cangrejos.
El grupo aparece en el Ordovícico medio, con fósiles dudosos desde el Cámbrico medio 6 y no se extingue hasta la gran extinción masiva del final del Pérmico, que marca el comienzo del Mesozoico.
Los fósiles de euriptéridos son raros, pero suelen aparecer exquisitamente preservados, lo que los hace apetecibles a los coleccionistas, lo cual mantiene un activo mercado. La mayor parte de los ejemplares parecen corresponder a mudas, pero recientemente se han encontrado restos que conservan admirablemente muchas estructuras anatómicas internas.

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