Los anomalocarídidos fueron los depredadores más grandes de los mares del Cámbrico y su dominio se extendió hasta el Ordovícico. Sus cuerpos, de entre 60 centímetros y dos metros de largo (tamaño basado en la extrapolación de una boca de 25 centímetros de diámetro encontrada en la fauna de Chengjiang, en China), eran propulsado por el batir de pares de aletas dorsales, en un movimiento parecido al de las mantas actuales.
En la cabeza tenían un par de ojos compuestos situados sobre unos pedúnculos y un par de apéndices prensores espinosos que les permitían llevar el alimento hacia una boca circular capaz de dilatarse y contraerse hacia su centro, abierto y con dientes en los bordes, para sostener y triturar la comida.
Hasta que no se descubrió un ejemplar completo, las distintas partes encontradas como fósiles separados habían sido clasificadas como fragmentos o cuerpos enteros de tres animales tan dispares como un camarón los apéndices espinosos, que se interpretaron inicialmente como los restos sin cabeza de un animal parecido a una gamba y recibieron el nombre científico de Anomalocaris o «camarón raro», una medusa la boca, que recibió en nombre de Peytoia y una esponja el cuerpo aplastado y distorsionado, que se denominó Laggania.
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